Esto no tiene sentido

6 marzo, 2011

¿Por qué que estamos tan mal?

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¿Por qué que estamos tan mal?

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Por el Dr. Eduardo Filgueira Lima* para el Informador Público

A pesar de fuertes posiciones triunfalistas, que no se cansan de mentar loas a los supuestos logros gubernamentales, desde hace muchos años la Argentina recorre un camino “en pendiente regresiva”.

Esto es muy difícil de comprender cuando se nos muestran indicadores de crecimiento del PBI, constantes por lo menos luego de la crisis del 2001 y parecería que el “desarrollo” de un país solo se puede referir a este indicador (que tiene enormes dificultades para mostrar la realidad), que es solo un indicador relativo de comparación.

La verdad es que un país que tuvo las mejores oportunidades hasta la década del ‘30 en el Siglo XX -estábamos entre los primeros países del mundo y nuestras potencialidades eran merecidamente elogiadas dentro y fuera del país- y sin embargo hemos dejado pasar esas perspectivas y nos encontramos con una sociedad fragmentada, confrontada en cuanto al rumbo a seguir, con indicadores de PBI que solo indican “un crecimiento porcentual respecto al período anterior” -7%, 8%, etc.- pero que nada dicen respecto a las potencialidades reales de producción y cuáles deberían los valores posibles de alcanzar (en bruto y en PBI/cápita) si se dieran las mejores condiciones de generación de riqueza.

Esto significa que crecer al 9% de poco es solo tener muy poco más de lo que se tenía. Es cierto que nuestro país pasó por una de las crisis más graves e importantes de nuestra historia (2001), pero también es cierto que no mantuvo un ritmo de crecimiento desde las “épocas doradas”, ni que desde los inicios de este siglo haya logrado una producción de riqueza acorde a sus potencialidades.

Y mientras no se genere riqueza cada vez habrá mayores porciones de la población a las que se considerará necesario asistir… Aunque ello genere dos incentivos perversos: el del que “recibe” al que se le fomentan condiciones de dependencia (cultural, social, educativa y política) y ausencia de estímulos para su propio desarrollo… y al que “da” porque este se sirve de ello para mantener “su” sistema de poder.

A ello lo llamamos la cultura populista: donde unos se creen con derecho a todo (aún sin habérselo ganado) y los otros con derecho a disponer de todo para satisfacer las demandas de los primeros a los que convertirá en fervientes adherentes.

En este esquema -y cuando un país no ahorra, invierte y produce- para solventarse debe utilizar todo tipo de recursos y no tiene otro medio (hasta el empleo público se convierte en prenda de intercambio) que recurrir a todo tipo de exacciones -de los que ahorran y producen- para sostener el financiamiento de su gasto.

En nuestro país, donde el Estado no produce nada y gasta el equivalente al 39% de un exiguo PBI (y que aumenta año tras año en creciente proporción) se necesita de “un discurso” que la cultura populista ha considerado (y bautizado) como “progresista”, capaz de conquistar las mentes de iluminados intelectuales, melancólicos artistas, bohemios adherentes de “lo popular” y jóvenes en los que no se descubre ni una pizca de formación. Todos ellos aceptan y recitan el discurso, que se transforma en dogma, sin el menor espíritu crítico. Peor aún todo aquel que osa decir un “…sin embargo…” o apenas un “…pero…” se transforma en un enemigo.

Mucho más lejos aun y degradado -casi cercano al genocidio- se encuentra aquel que descubren “liberal”… este más que un enemigo es para el supuesto progresismo una alimaña a extirpar. Y en esto son implacables… no dejan pasar oportunidad (cuando menos para descalificar) para la persecución, dando rienda suelta a su dogmatismo y odio. (Véase lo acontecido con Carta Abierta y la visita de Mario Vargas Llosa a la Feria del Libro en Buenos Aires… si bien retiraron la carta esperemos de los «progres» cualquier cosa: desde “escraches”, a descalificaciones intelectuales, etc.)

¿“…Quiénes serán los “escrachadores”? Sobran. Argentina es uno de los pocos países del mundo cuyo Gobierno subsidia a grupos violentos para que metódicamente destrocen la paz social y crispen las relaciones entre sectores de distintas vertientes. Son profesionales de la bronca, ´patoteros´ sostenidos con el dinero de los contribuyentes. Viven de eso y para eso. Son los agentes de la intolerancia tarifada.” (1)

La cultura populista ha sido una constante en los países de nuestra región -aunque no solamente en ellos, pues toda nuestra democracia se ha fundado en él: “…yo te doy o te prometo dar… y vos me votás…”- pero en la Argentina, aun existiendo desde mucho antes y el irigoyenismo también lo fue, se exacerbó con el peronismo. No es necesario aclarar quien fue la dicente de las siguientes palabras: “…donde hay una demanda, hay un derecho…”

Y las nefastas consecuencias no tardaron: si se espera solo recibir -por más merecido que ello fuera en cuanto a “necesidades”- ¿Por qué voy a esforzarme en producir? Si no necesito producir y “todo me es dado” ¿Para qué me voy a capacitar? Así solo tengo que sentarme a esperar y cantar loas a mi supuesto benefactor, que “se ha apiadado” de mis demandas. “….Pero ha coaptado mi libertad…”, posición que defienden los diletantes progresistas detrás de un dibujado e increíble pensamiento de igualdad masificadora, que convierte a los que debieran ser «ciudadanos» en solo “habitantes”.

Y la libertad es el mayor impulso de las fuerzas que movilizan la sociedad, la libertad tiene sus fundamentos en las necesidades básicas del ser humano, (no solo de expresarse y de poder deambular y transitar por donde guste), sino también de ser creativo, generar cambios, lograr innovaciones que luego todos podemos asumir, perfeccionar, disfrutar, incorporar a nuestra vida cotidiana y generar riqueza y bienestar, que de una manera u otra, antes o después, podrá estar al alcance de todos.

“…en un mundo ideal las diferencias en los resultados solo deberían reflejar las diferencias en los esfuerzos, el talento, las decisiones que toman las personas, además de la suerte”… (2)

Del análisis no pueden omitirse, por un lado los procesos que son causa de la pobreza y por otro aquellos que son consecuencia de la misma. Cuando sólo se considere la visión distributiva se terminará en un resultado limitado y reduccionista, sin contribuir a la solución del problema.

La búsqueda del bienestar general requiere del mayor y mejor desarrollo de la sociedad. Esto se logra a través de disminuir la desigualdad de oportunidades, posibilitar el desarrollo de las capacidades individuales y la acumulación de capital humano, el que se entiende permitirá a cada uno “transformar ingresos en resultados acordes a las expectativas individuales -el proyecto personal- de vida”.

Y lo anterior no puede pensarse posible por políticas “populistas”, sino por permitir la “libertad”, otorgando condiciones de aprendizaje, de capacitación, de generación de ideas, de movilización individual en búsqueda de concretar los propios proyectos. Ello viene de la mano de la libertad de los que inviertan y produzcan, en un país que les genere las condiciones apropiadas -que no considere en un anacrónico nacionalismo a las inversiones extranjeras “explotadoras”- que ello demande mano de obra y que el conjunto posibilite la generación de riqueza, para unos y otros.

Pero fundamentalmente que todo ello nos haga libres del “dadivoso-populista”, que se esconde detrás del demagógico discurso “progresista” y obliga a depender a muchos de las prebendas interesadas de los pocos -aunque griten mucho- que nos gobiernan.

Es probable que de esta forma los trasnochados no se asusten de las palabras de Vargas Llosa: “…una característica de una parte de la sociedad argentina, es la indiferencia cómplice ante la manifiesta deshonestidad de muchos de sus políticos (3)… y los argentinos tal vez se merecen lo que les pasa…”

Porque la corrupción va de la mano de los sistemas populistas. Muchos argentinos por recibir la dádiva se hacen los distraídos ante los excesos de los que gobiernan.

Pero Vargas Llosa también dijo: “La censura y el veto son incompatibles con la cultura.”

Por todo esto y por muchas cosas más es que por lo que estamos mal. Aunque solo lo reconozcan unos pocos. Y otros ridículos dirán (como hemos dicho): “estamos mal pero vamos bien…”

(1) Carlos A. Montaner

http://www.elperiodico.com.gt/es/20110305/opinion/191905

(2) BM: Paes de Barros, R. & col. “Midiendo la Desigualdad de Oportunidades en América Latina y el Caribe”. Banco Mundial, http://www.worldbank.org, Washington, DC, 2008

(3) http://www.elperiodico.com.gt/es/20110305/opinion/191905

* Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPyS)

www.cepoliticosysociales-efl.blogspot.com

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